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Esta entrada de una escritora de Madrid —https://lapacienciamarchita.art.blog/2022/11/19/eres-feminista-solo-que-aun-no-te-has-enterado/— tiene el valor de hacer frente al concepto retorcido del patriarcado y la derecha política de que el feminismo es algo radical que va en contra de los hombres, por desgracia una noción bastante extendida. A pesar de los méritos de la entrada, discrepo de la idea de que es posible ser feminista «inconsciente».
Un dilema tanto lingüístico como real
En la entrada dice que una persona que se declara no feminista en realidad lo es si está a favor de la igualdad entre el hombre y la mujer. Para mí esta persona no es nada. Al nivel lingüístico, no es nada por decir ser y no ser algo (feminista) al mismo tiempo. Al nivel «real», no es nada por poner al descubierto el concepto subyacente —y erroneo— del feminismo como anti-hombre que procede del machismo y el patriarcado.
En parte la contradicción en la declaración demuestra una falta en nuestro lenguaje. Hoy en día podemos hablar de racismo, no racismo y antirracismo, pero de momento «feminismo» tiene que incluir tanto el no machismo como el antimachismo, algo que queda bastante claro incluso en la entrada de que hablamos. La distinción entre «no» y «anti-» nos lleva al nivel «real» y al problema de la mochila.
Nuestras mochilas
Un amigo me comentó hace poco que por haber sido educado en una familia católica, lleva el catolicismo como una mochila. Es una metáfora bastante buena para expresar lo que adquirimos de nuestra cultura y educación particular. Aunque mi amigo quiso decir que es difícil o imposible dejar todo lo que implica la mochila del catolicismo, me preocupa que la imagen de la mochila —algo que podemos quitar fácilmente— sugiere lo opuesto. Por eso, prefiero una frase más fuerte y directa.
Hace años, en una entrevista para un programa emitido por la tele estadounidense, un cura dijo, «Somos todos racistas por haber crecido en una sociedad racista». Esta frase nos recuerda que no podemos escapar nuestra cultura, que por defecto llevamos algo del racismo (en su caso) o del machismo (en el nuestro) dentro. Nos choca esta afirmación que subraya la imposibilidad de «quitar» nuestras mochilas. La frase y la verdad a la que da voz nos llaman a la reflexión, la humildad y la acción (por pequeña que sea la última en nuestro día a día).
Decir que llevamos la mochila del machismo o que somos machistas reconoce la huella que el patriarcado y la hegemonía del machismo nos deja. Imagínatelo como un residuo tóxico que contamina nuestra manera de ver el mundo. Es decir que es inconsciente. El feminismo, al contrario, es una elección consciente que implica sensibilizarse al machismo y sus residuos y luchar para la igualdad.
Para ilustrar el problema de la mochila, me acuerdo de un ejemplo del racismo en EEUU. Un día una antropóloga blanca que vivía en un barrio donde la mayoría de la gente era negra recibió una llamada del colegio de su hija. La hija había usado un epíteto racista en una discusión en el recreo. Camino a casa después de buscar la niña, la madre le preguntó de donde venía la idea de discutir con palabras racistas, que ella no fue racista ni había educado a la hija de esa manera. Su hija le respondió que no, pero observó que hablaba con los vecinos negros en la calle o sobre las vallas entre los jardines, pero invitó a los amigos blancos a tomar algo en casa. La antropóloga no era racista en el sentido de pensarse superior o discriminar conscientemente contra personas diferentes, pero tampoco ofrecía el mismo trato a todos. Todavía llevaba la mochila del racismo de su sociedad.
De la contradicción a la paradoja
En resumen, es imposible ser feminista si lo niegas. Es una contradicción. Sin embargo, ser machista y feminista al mismo tiempo no solamente es posible, sino inevitable, y es una paradoja. Ambos la contradicción y la paradoja tienen que ver con las distintas origines —el consciente y el inconsciente—de nuestros pensamientos y comportamientos. Y hay una paradoja más. Si no existiera el patriarcado ni el machismo consciente, sería imposible ser feminista porque la igualdad de género sería una condición universal.
Pero…
«¡El machismo no es inevitable! ¡Soy feminista y no soy machista!».
Si me vas a decir esto, te voy a preguntar, ¿y como lo sabes? ¿Estás consciente de todo lo que has heredado e interiorizado de tu cultura, tu familia, tus amigos —y lo has examinado bien? De verdad ¿has quitado la mochila por completo? En teoría es posible. Sin embargo, lo dudo en la práctica, y añadiría algo más, algo que me da igual si es contradictorio o paradójico u otra cosa: quizás la mejor forma de pensarte, declararte y ser feminista empieza con la las palabras «Soy machista…».