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Leah Penniman, en el artículo del que hablamos en la última entrada, da como ejemplo de humildad el uso del sistema adivinatorio de Ifá. El sistema sigue siendo parte de la vida tradicional de los yorubas a pesar de los intentos de los colonizadores europeos de extinguir su religión y, por extensión, la práctica adivinatoria. Desde 2008 el sistema adivinatorio forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad reconocido por la ONU.
En la adivinación, un babalawo (sacerdote) usa las semillas de palma y una cadena opele para revelar unos de los 256 signos de Ifá cuya interpretación puede guiar a las personas a armonizar sus destinos con las leyes naturales. En el contexto de emprender algo que afecta a nuestro entorno natural, hay que pedir permiso a Orisas (las Fuerzas de la Naturaleza), porque la naturaleza es considerada viva y sagrada en todas sus manifestaciones como los ríos, las montañas o los bosques. Por ser divinidades veneradas, uno no puede hacer lo que le dé la gana con ellos. Hay que averiguar lo correcto y pedir permiso.
Al no formar parte de la religión Ifá, puede ser difícil ver la Tierra y todas sus partes naturales como divinidades. Sin embargo, me pregunto si creer en la divinidades importa. Me pregunto si no podemos ver esas divinidades como las cosificaciones del abstracto concepto «vida» (o, si se quiere, «espíritu»).
Hace muchos años leí el libro Amazonian Cosmos de Gerardo Reichel-Dolmatoff, en el que presentaba el simbolismo de los tucanos de Colombia. En aquel entonces recuerdo ver en el libro como las creencias y símbolos tucanos codificaban el conocimiento ecológico, el conocimiento del mundo natural, en términos de espíritus de los animales y la naturaleza y, a través de ese código, regulaban la relación del pueblo con el mundo natural. Creo que no hace falta entender las creencias de los tucanos ni las de los yorubas como unas verdades en sí, sino como un código o un lenguaje que capta unas verdades, unas relaciones o unos conocimientos.
Dicho de otra manera, en nuestra ciencia plasmamos los conocimientos sobre todo en un lenguaje matemático. Estos símbolos tienen las ventajas de ser concisos y fáciles de manejar y revisar cuando ampliamos los conocimientos. Sin embargo, el lenguaje matemático no nos transmite una sensación de la vida del mundo. Hablando de los tótems, el antropólogo Claude Lévi-Strauss observó que son buenos para pensar, no para comer. Puede que los símbolos de los tucanos y los yorubas sean buenos para pensar a nivel de interactuar con el mundo natural, que puedan añadir un elemento emocional a nuestra relación con ese mundo y así enriquecer nuestros conocimientos.
No obstante, con el sistema adivinatorio Ifá no hablamos solamente de un lenguaje sino de un ritual, un acto que expresa una relación y una solidaridad con la Tierra. El sistema adivinatorio insiste en que toda la naturaleza sea un ser vivo y que somos parte de ello. Eso me parece la parte más importante del rol de lo ritual en nuestra relación con el planeta.
Penniman emplea la adivinación ifá en su granja para pedir permiso antes de hacer un cambio en un ecosistema, por ejemplo, antes de cortar un árbol. Como dice ella, «Si esta práctica de pausar y consentir fuera universal, la naturaleza tendría la oportunidad de decir «¡Basta!» y ser atendida». Quizás lo que importa es simplemente, por un lado, que la práctica ritualizada nos hace reflexionar sobre la Tierra y, por otro lado, que nos hace sentir la vida de la Tierra, sentir que es un ser vivo que merece nuestro respeto, un ser con que el tenemos una relación íntima.
Referencias:
Penniman, Leah. The gift of ecological humility. https://www.yesmagazine.org/issue/ecological-civilization/2021/02/16/afro-indigenous-land-practices.
Reichel-Dolmatoff, Gerardo. Amazonian Cosmos: The Sexual and Religious Symbolism of the Tukano Indians. Chicago: University of Chicago Press. 1970.
Lévi-Strauss, Claude. Totemism. London. Merlin Press, Ltd. 1964.